Shinji Aoba roció de gasolina a seis trabajadores de los estudios Kyoto Animation mientras gritaba: “¡Váyanse al infierno!”, “Muéranse”, y después, prendió en fuego el edificio con un encendedor.
Shinji Aoba roció de gasolina a seis trabajadores de los estudios Kyoto Animation mientras gritaba: “¡Váyanse al infierno!”, “Muéranse”, y después, prendió en fuego el edificio con un encendedor.
Esta no es solo la historia del último condenado a muerte de Japón, sino también la de una venganza que dejó una herida imposible de cerrar en la historia de los estudios de animación más importantes de este país.